LA TRASCENDENCIA DE WAGNER

Tratar la dirección como algo más allá del marcaje del tiempo y el compás.

5/22/20253 min read

Gracias a Spohr, Habaneck, Carl Maria von Weber y algunos otros, las técnicas de composición que se desarrollaron fuertemente en el principio del siglo XIX, fueron acompañadas de un sentido pragmático en la dirección. Particularmente a Von Weber debemos técnicas de estructuración que rigen hasta hoy en día los teatros de ópera. Wagner gozó de dichos fundamentos pues, como es bien sabido, el maestro Wagner es uno de los más prominentes compositores de ópera.

En una ocasión, cuando Spontini fue invitado a dirigir la ópera del maestro: La Vestale, en Dresde, le preguntó sobre el tipo de batuta que utilizaban. Wagner le indicó el tamaño y forma, ambos corrientes, de las batutas que tenían a su disposición. Tras la descripción, Wagner nos cuenta: “Spontini suspiró y me preguntó si creía que fuera posible confeccionarle para el día siguiente una batuta de ébano, de un tamaño y grosor fuera de lo común, que me indicó con el brazo y la palma de su mano, y que debía estar rematada en cada extremo por una bola de marfil bastante gruesa. Comprendí en seguida, al presenciar el primer ensayo, por qué daba tanta importancia a su forma: en efecto, asiéndola por el centro, más o menos, la empuñaba y agitaba de forma tal, que se veía que la empleaba cual si fuere el bastón de mando de un mariscal, y no se servía de ella para marcar el compás, sino para mandar”.

Durante esta misma época Mendelssohn, compositor inglés, construyó una gran reputación como director, aunque no podemos estar del todo seguros ya que la vasta mayoría de los artículos que describen sus proezas, fueron escritos por amigos suyos. Mendelssohn era un verdadero aficionado del tempo animado, hasta el punto de recomendar mantenerlo por siempre para que “nadie se duerma, aunque sea una canción de cuna”, en parte porque, en su opinión, gracias a la velocidad, los errores se disimularían fácilmente y nadie prestaría mayor atención.

Wagner estaba rotundamente en contra. Expresando su contra postura en un opúsculo de aportación histórica. En este escrito, por primera vez, Wagner trata la dirección como algo más allá del marcaje del tiempo y el compás; se voltea hacia la amplitud del intérprete, la densidad de los conceptos musicales, la particularidad de cada obra, el encontrar el tempo adecuado para cada una, algo que él llama melos. El empleo de este término nos remonta a su etimología griega, que consta de varios significados: principalmente se refiere a un concepto que engloba tanto la armonía como al ritmo en la música, a la unión de los sonidos y las estructuras que los unen, simultáneamente queda presente la noción del canto, de la melodía, que integra en su etimología el mismo concepto. Siguiendo una línea más cercana a la de Spontini, en donde más allá de marcar tiempo y compas, el director busca el melos, la particularidad propuesta por la música, es que Wagner prolifera como director. Dotado de una voluntad férrea, una capacidad de trabajo espeluznante, Wagner, en su camino como compositor-director, busca comunicar sus ideas, sin embargo, se topa con la terriblemente esperada resistencia a la innovación. Incluso críticos ingleses, tras actuaciones de la música de Wagner con la filarmónica londinense, condenaban: “Wagner no es nada en la música”. Por su música grandilocuente y su búsqueda del melos, fue señalado como un fracaso en este país, tanto como compositor como como director de orquesta.

Las diferencias de gusto forman las características musicales inequívocas y estas, a su vez, exigen el desarrollo de la técnica para su beneficio. En parte el gran disgusto de los ingleses por Wagner (y seguramente más música extranjera) es lo que abona al desarrollo de su identidad nacional musical. Por el contrario, habría países en donde las novedades extranjeras son aceptadas, entonces esta hibridación sería el abono al desarrollo del estilo y la técnica.

A pesar de las críticas lapidarias de los ingleses, Wagner aportó inmensamente a la creación del director actual. Junto a este titán de la música, debemos siempre recordar otros dos nombres: Liszt y Berlioz. El primero no fue muy bien comprendido por las orquestas, incluso llegó a escribir cartas de justificación. Berlioz, por el contrario, fue una figura respetada internacionalmente; de su autoría viene uno de los tratados de orquestación más estudiados históricamente. Estaba escrito con tal detalle que, cuando Strauss publica comentarios adicionales en 1905, pertinentes dado el desarrollo de los instrumentos, juzgó oportuno no alterar en lo más mínimo el apartado dedicado a la dirección. En éste se trata únicamente la técnica como un medio para conseguir la interpretación adecuada de la obra.

Texto basado en el libro de Enrique Jordá “El director de orquesta ante la partitura”